A pesar de sus propios temores e inseguridades, la comunidad desarrolla una estrategia que involucra la organización de meticulosas rondas de vigilancia nocturna, con el objetivo de garantizar la protección de los residentes y su apreciado estilo de vida.
A medida que la epidemia de violencia continúa intensificándose y los ecos de silencio por parte de los órganos gubernamentales locales se vuelven más ensordecedores, surge la proposición de buscar la experiencia de nada menos que Brandon Nagha.
Brandon accede a asumir el papel de guardián nocturno, comprometiéndose a cooperar hasta que se restaure una semblanza de normalidad.
Sin embargo, el camino hacia la resolución resulta ser mucho más intrincado de lo anticipado, ya que Brandon descubre que su némesis no solo está impulsado por motivos contemporáneos, sino que alberga un profundo resentimiento arraigado en los anales del tiempo.
Enfrentado a esta enemistad histórica inesperada, Brandon emprende un viaje profundo y peligroso de introspección e investigación, adentrándose en los cimientos espirituales que han llevado a esta antigua y persistente animosidad. Al hacerlo, no solo pone en peligro su propio bienestar físico y emocional, sino que también carga con el peso de rectificar resentimientos centenarios que quedaron sin resolver.